miércoles, junio 26, 2019

“¿Qué quiero de ti? Lo mismo que quiero de la poesía entera y de cada verso por separado: la verdad de cada momento, de este momento No hay nada superior a esta verdad Mientras más te alejas de mí, estás más dentro de mí” 
Marina Tsvietáieva  

rostro de vos

Tengo una soledad
tan concurrida
tan llena de nostalgias
y de rostros de vos
de adioses hace tiempo
y besos bienvenidos
de primeras de cambio
y de último vagón.

Tengo una soledad
tan concurrida
que puedo organizarla
como una procesión
por colores
tamaños
y promesas
por época
por tacto
y por sabor.


Sin temblor de más
me abrazo a tus ausencias
que asisten y me asisten
con mi rostro de vos.

Estoy lleno de sombras
de noches y deseos
de risas y de alguna
maldición.

Mis huéspedes concurren
concurren como sueños
con sus rencores nuevos
su falta de candor
yo les pongo una escoba
tras la puerta
porque quiero estar solo
con mi rostro de vos.

Pero el rostro de vos
mira a otra parte
con sus ojos de amor
que ya no aman
como víveres
que buscan su hambre
miran y miran
y apagan mi jornada.

Las paredes se van
queda la noche
las nostalgias se van
no queda nada.

Ya mi rostro de vos
cierra los ojos
y es una soledad
tan desolada.


Mario Benedetti

martes, junio 25, 2019

así rodeado

Otra vez estoy solo
tan hondamente
solo
que no siento la ayuda
ni el calor
de tu mano
ni tu nueva mirada
ni siquiera la antigua
universal
tristeza

tan libremente
solo
que no puedo acordarme
de cómo era el mundo
con su pobre
tranquila muchedumbre
con sus brazos abiertos
con su espalda vencida

tan claramente
solo
que las paredes lloran
los vagabundos lloran
los solitarios lloran
y se alejan

ah pero éstos
éstos los sobornables
solitarios
antes de irse me envuelven
en una blanda
ojeada
que parece piedad
pero es
envidia 

Mario Benedetti 

ya no

Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.
No llegaré a saber
por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.
Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
No volveré a tocarte.
No te veré morir.

martes, junio 11, 2019


12/12/2015

El lugar del arraigo está dentro de uno mismo.
La historia propia, su contexto, las cosas, las personas, los sitios...
Los hechos reales y lo recordado se incorporan a uno mismo, al propio ser; terminan siendo el escenario, no solo como lugar físico, sino como evento existencial que forja en uno, su vida.

Los recuerdos, que en su momento fueron hechos, situaciones, cosas, personas reales, se convierten en una suerte de fantasmas. Recuerdos que en últimas son en esencia la vida misma que se va archivando, olvidando, formando capas sedimentarias que vuelven fundamentos enterrados sobre lo que van cayendo más despojos –hechos vitales- que se van sepultando capa a capa esos recuerdos de los cuales la mayoría se olvidan o se vuelven invisibles, inconscientes y que a veces salen a flote, fragmentarios y pueden alegrar o angustiar, según l ahora o la circunstancia en que emergen.

Son fragmentos, pedazos, la mayoría de las veces distorsionados,  que en ocasiones logran articular pequeñas escenas que no son otra cosa que reflejos fantasmagóricos de personas, lugares, sensaciones, emociones y de interacciones que una vez fueron y ya no.

Recuerdos. Recuerdos fragmentados que es lo que va quedando, en lo que se va convirtiendo la vida. Eso es la vida, fragmentos de recuerdos. En eso se va convirtiendo cada instante que en su momento fue lo que llamamos “el presente”.

Esto es la vida, la suma de vestigios, de escombros como la tierra misma.
Cuando salen a flote estos vestigios, surge con ellos un sentimiento, que es una revelación, una toma de conciencia de lo efímero de la vida, de lo  fragmentario de la misma: pedazos de recuerdos convertidos en imágenes y sensaciones reunidas, sumadas a lo largo del tiempo.

Esos sentimientos que surgen son el producto  y forman parte del ser, de la conciencia y la inconciencia y nos hace caer en cuenta de lo extraviados que estamos en el camino de la vida. Se mira esta senda hacia atrás  y solo se divisa lo próximo, porque lo más lejano ya no se ve, se recuerda.




Se deja de querer

Se deja de querer…
y no se sabe por qué se deja de querer;
es como abrir la mano y encontrarla vacía
y no saber de pronto qué cosa se nos fue.

Se deja de querer…
y es como un río cuya corriente fresca ya no calma la sed,
como andar en otoño sobre las hojas secas
y pisar la hoja verde que no debió caer.

Se deja de querer…
Y es como el ciego que aún dice adiós llorando
después que pasó el tren,
o como quien despierta recordando un camino
pero ya sólo sabe que regresó por él.

Se deja de querer…
como quien deja de andar una calle sin razón, sin saber,
y es hallar un diamante brillando en el rocío
y que ya al recogerlo se evapore también.

Se deja de querer…
y es como un viaje detenido en las sombras
sin seguir ni volver,
y es cortar una rosa para adornar la mesa
y que el viento deshoje la rosa en el mantel.

Se deja de querer…
y es como un niño que ve cómo naufragan sus barcos de papel,
o escribir en la arena la fecha de mañana
y que el mar se la lleve con el nombre de ayer.

Se deja de querer…
y es como un libro que aún abierto hoja a hoja quedó a medio leer,
y es como la sortija que se quitó del dedo
y solo así supimos… que se marcó en la piel.

Se deja de querer…
y no se sabe por qué se deja de querer.

                                                                       José Angel Buenza

DICE LA ESPERANZA: UN DÍA...

Dice la esperanza: Un día
la verás, si bien esperas. 
Dice la desesperanza: 
Sólo tu amargura es ella. 
Late, corazón... No todo
se lo ha tragado la tierra.

                                       Antonio Machado