miércoles, agosto 26, 2020

Pido perdón y suelto un suspiro


Se caen los sueños
como gotas de un cielo
que llora
sobre mis hombros cansados,
cargados de melancolía,
tristeza y olvido.
Se duerme la vida
en la lasitud de mis brazos,
que tienen sentenciado al amor
porque ya no vibra con fuerza
en mi corazón hecho harapos.
"Veo un dragón
comiendo los higos
de mi huerta
bajo la luz del día
que alumbra violeta;
las flores huelen el color
que las habita,
perfumando con su sangre,
al alma que se escapa
buscando agua bendita,"
Pierdo la razón
en mis atribulados días
cortejados por la muerte;
siento que no soy un paria
buscando un oasis
en el desierto inhóspito
de mi memoria,
pero la sequía
arrasa los minutos
que guardo,
celoso,
como un tributo a mi pasado.
No fui lo que soy,
y no sé si lo seré mañana,
perdido como estoy
en la imagen que se empaña
y que el espejo en su porfía,
me devuelve
sin que yo se lo pida.
Me abruma la vida
como si fuera
un cartel enmohecido
en el letargo;
pero no me he de rendir,
mis ojos buscan la luz
pese a la obscuridad
que los guía,
para salir de las tinieblas
donde está prisionera
mi mente
que se resiste a perder
la cordura.
-Madre, ¿dónde habitas?-
-Padre, ¿qué recitas?-
¡Hágase tu voluntad
aquí en la tierra
como en el cielo!
-¿Por qué me evitas, Padre,
en las horas tremebundas
que me acosan?-
-¿Que estás conmigo,
cuando hablan mis silencios?-
-¡No te siento!-
¡Oh, locura que se esconde
en mi inconciencia!
"-Estoy contigo cuando llueve
y mojo tu cara,
sacando una sonrisa de niño
a tus labios marchitos
que murmuran y callan;
estoy contigo cuando lloras
las penas
y aliviano tu espalda,
o cuando te caes
y te levantan los brazos amigos
de algún transeúnte que pasa.
También estoy en el sol
que despierta tus mañanas,
y en la luz, y en el aire,
y en el agua que te da vida
y en el cielo que te abraza".-
Me miro al espejo
con ojos nuevos
cargados de sol y rocío,
deshojando de mí
tantas penas y olvidos
que me marcaron
como un paria sin camino.
Reencuentro mi ayer
por los pasillos perdidos
y busco redimirme
de tantas injurias
esgrimidas por mil desatinos,
elevo mi vista al cielo,
y, persignándome,
pido perdón
y suelto un suspiro.
                                           
Eduardo Alberto Sobral