El movimiento de una mariposa entre
las flores,
el de una bola de billar
rodando hacia la victoria de una
carambola,
el del cometa Halley
puntual en sus espaciadísimas visitas
al sistema solar,
el que dibuja una parábola de agua
surgiendo de la boca de una manguera
de riego,
el de una nube o un velero
empujados por el viento,
el movimiento señorial de un buitre
subiendo la térmica en hélice,
el movimiento revolucionado de un
colibrí
mientras liba el néctar suspendido en
el aire,
el caminar de un insecto
sobre la piel del agua,
el de las moléculas de un gas
encerrado en una botella,
el de una flecha
disparada por un arco,
la estabilidad de un puente
frente a un terremoto,
el movimiento turbulento de las aguas
de un arroyo de montaña,
el de una jabalina
lanzada por el atleta en busca de su
objetivo,
el de la Luna en torno a la Tierra,
el de la Tierra en torno al Sol,
el del Sol a través de la galaxia,
el de una boca trémula y extasiada
acercándose por primera vez a otra
boca,
todos estos movimientos
y otros muchos que podamos imaginar
comparten el mismo impulso.
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